Mujeres luchonas, o la libertad de expresión…

by @luisclimbing on enero 8, 2008

Me gustan las mujeres luchonas, que le entran a la vida de frente. Me he dado cuenta que aquellas con actitudes grisáceas pasan desapercibidas en mi radar. Y no hablo solamente en el aspecto sexual. Admiro a las mujeres que plantan su marca, opinan y arremeten si las cosas no les parecen. En otras palabras, mi mayor respeto es para las mujeres que se hacen ver de alguna forma y en definitiva, aquellas que me han marcado de una u otra forma.

Hace casi cien años nació una de estas mujeres. Me refiero a la que se declaró a favor del aborto, a favor de la eutanasia; con sangre revolucionaria y una interesantísima vida amorosa, así como pieza clave del existencialismo: Simone de Beauvoir.

Al parecer es más fácil dejarle la chamba de cambiar a otros, o en otras palabras, es mejor echarle la culpa a terceros por nuestras desgracias. Esa forma de pensar me da mucha flojera, y trato de alejarme de influencias que inflaman todo de asuntos tan incongruentes. Yo voto por hacerse cargo de uno mismo. Hacerse responsable de cada decisión que se tome. Dicho de otra forma, dejar de creer en “dios todopoderoso” para asumirse responsable de nuestras propias elecciones. Libre albedrío.

Simone fue -en parte- responsable de que las mujeres de hoy vivan bajo la conciencia lógica de sus derechos a la par con los del hombre. Ambos géneros nos debemos respeto y aceptación para ser felices. Ella cuestionó este y otros temas básicos para el hombre. Estoy consciente que en muchas partes, la libertad de las mujeres es nula, y todavía hoy, siguen atravesando por las peores suertes que hasta llegan a atentar con su vida. En términos generales creo que todos entendemos que la libertad ni se discute. Debe existir como tal.

Pero este texto no es para extenderme sobre Simone y su herencia cultural. Quería mencionarla –el 9 de enero cumplirá cien años- porque como mujer que admiro, siempre la tengo presente cuando leo sobre otras mujeres líderes de opinión que merecen mi atención.

Nuevamente mi país; la ciudad de México es sede de otro casito más de incongruencia respecto a la libertad de expresión. Ahora la protagonista es Carmen Aristegui. Sin duda una chava clave en los medios de comunicación que se ha forjado en televisión, radio y prensa escrita. Una chava que admiro y por supuesto que sigo donde ella esté trabajando. Hasta hace unos días la seguía en W radio, por lo menos hasta este viernes 4 de enero, cuando se despidió de su noticiario. Las razones reales se especulan. Carencia de acuerdos debido a los cambios en la línea editorial se mencionan.

Podemos leer varias fuentes que han escrito sobre Carmen, y detectamos que el cierre de su programa iniciaría con el cambio de directiva de Raúl Rodríguez, por Javier Mérida, así como la contratación de Juan Ignacio Zavala. Aparentemente con la intención empresarial de impulsar la parte comercial de la estación y engrasar las relaciones con el gobierno. Sin embargo eso no nos deja satisfechos debido a la manera en que las partes involucradas cuentan su historia de los hechos. Decir que todo se debió a un cambio editorial es minimizar el asunto. Cualquiera que haya seguido de cerca los casos a los que se enfocó principalmente Aristegui –Zongolica, Lydia Cacho, Ley Televisa- sabe que con ello se ganan enemigos, así que pensar en una estrategia empresarial-gubernamental para limitar o anular la libertad de Carmen Aristegui, y evitar así la crítica mordaz sobre ciertos asuntos es más creíble. Cuando veo este asunto junto con el reciente caso de Gutierrez Vivó, me cuestiono realmente sobre la dichosa transparencia y democracia de Mexiquito.

También se me ocurre y viene a mi mente una estadística reciente que mencionaba el alto nivel de despolitización de la sociedad. A la sociedad le vale un cacahuate el debate político. No le interesa. Por sentido común infiero que este asunto de la libertad de expresión le interesa a un reducido número de mexicanos. Hecho triste pero que así es. Pensando en razones de este fenómeno –no voy a esforzarme por listar todas. Sería pretencioso- creo que la apatía se da por la incongruencia de nuestros políticos. Sus guerras internas parecen circos ya vistos. A nadie impresionan, y sí aburre y harta que gasten lana, palabras y tiempo valiosos. Pero creo que algo más importante que nos pasa, y que nos hace caer en esa apatía política es el siempre y bien aprendido paternalismo. Papá gobierno lo resuelve todo. Que él se haga cargo de mi vida y por ende de mis desmadres.

Regresamos al asunto de hacerse cargo de uno mismo. Hace tiempo Beauvoir nos lo dijo y seguimos sin tomar la iniciativa. Ojo… no me refiero a que el gobierno no debe hacer su chamba, sino que nosotros también deberíamos –de inicio- informarnos más para exigir mejor. El asunto de la libertad de expresión alterada, eliminada, cuando invade intereses políticos y privados, sigue siendo una constante en nuestro Mexiquito. No ha cambiado mucho eso. La diferencia que veo son los numerosos –pero aun insuficientes- canales, que señalan, critican y gritan este tipo de acontecimientos.

Difícil saber qué piensa un mexicano a primera vista. Parecemos incapacitados genéticamente para decir las cosas como son, y menos aún para aguantar vara a la crítica. Eso no es viable, no es sano (fue sarcasmo). Si nosotros somos incapaces de decir la verdad como es – con el pretexto de no querer herir sensibilidades- pues cómo serán nuestras instituciones. ¿Estoy divagando o no ando tan lejos?.

Hacerse cargo de uno mismo implica meterse en líos. Es cierto, no es fácil. Si lo elevamos a nivel de sociedad, a nivel de país, a nivel de instituciones, el tema de libertad versus obligaciones resulta espeluznante para algunos. Así actuamos, en consecuencia. Seguimos en rollos, preferimos no ver asuntos importantes, y echarnos la culpa. Somos libres y por ende, totalmente responsables de nuestros hechos. Responsabilidad individual por informarnos y actuar en consecuencia. Este blog lo dedico a Aristegui, al asunto inconcluso de la libertad de expresión en México, y a mujeres como ella y Beauvoir que dejan huella donde vayan y que admiro en demasía.

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